El vínculo que los canes establecen con el humano los convierte en un miembro más de la familia miltiespecie. Por lo tanto, como sucede con los hijos, su educación es fundamental. Es vital enseñarle pautas de convivencia y comportamiento tanto en casa como fuera de ella. El respeto a los humanos, otros perros, otros animales, conductas sociales, etc.
Sin embargo, hay que hacerlo equilibradamente. Ser demasiado flexibles puede llevarnos a perros desobedientes e incontrolables mientras que emplear la violencia o el castigo físico puede provocar comportamientos violentos, miedos y/o traumas.
Debemos darle una educación que asiente las bases de una relación de confianza entre todos los miembros de la familia, enseñarle los límites, una socialización adecuada, toda una serie de pautas que nos ayudarán a evitar futuros problemas de conducta.
¿Por qué algunos perros son agresivos?
El motivo más habitual de aparición de la agresividad es el miedo, pues el objetivo de la posible agresión es defenderse ante lo que él considera una amenaza, aunque en realidad no haya peligro alguno. Algunas de las conductas agresivas son el gruñido, pudiendo llegar a morder en los casos más extremos y generalmente por sobreexposición a lo que le genera ese estrés.
¿Qué se puede hacer si se tiene un perro agresivo?
Lo primero que hay que hacer es reconocer que nuestro amigo tiene un problema y buscar la ayuda necesaria para solucionarlo. No sirve de nada castigarlo o hacerle reproches.
En ocasiones, estas actitudes no son debidas a una mala gestión por nuestra parte, sino que pueden deberse a experiencias traumáticas vividas con anterioridad, como es el caso de algunos perros adultos que se adoptan de las protectoras de animales.
Identificar las causas.
Debemos observar cuanto antes cuáles son las acciones o las circunstancias en las que se manifiesta esa conducta. No debemos alarmarnos, ni desesperarnos, y sobre todo nunca pensar que no tiene arreglo, pues del mismo modo que una educación errónea trae consigo un carácter reactivo inapropiado, una buena educación puede terminar con este tipo de respuestas negativas.
Trabajar el problema.
Una vez identificadas las causas de las conductas agresivas, llega el momento de trabajar el problema. O bien podemos hacerlo junto a un experto en el vínculo humano – animal para cambiar la actitud de forma progresiva, o bien tomando un curso de formación para ser capaz de hacerlo nosotros mismos.
Lo que nunca se debe hacer es ignorar o tomarse a la ligera este tipo de reacciones violentas, ya que en caso de no atajarlas pueden representar un grave peligro para la familia y cualquier persona o animal de nuestro entorno. Una vez que nuestro amigo adquiera las reglas de obediencia básicas y atienda a las instrucciones, se puede comenzar el proceso de desensibilización del estímulo detonante.
Reeducación.
Una vez tenemos identificadas las causas y hemos trabajado el problema, o lo que es lo mismo, hemos descubierto el origen de su comportamiento (que en muchos casos nos involucra) y le hemos ofrecido la ayuda necesaria para controlar las situaciones que le provocan estrés o miedo, llega el momento de dar el último paso, una rutina de modificación de la conducta. En este punto podemos hacer lo mismo, acudir a un experto en vínculo animal – humano o tomar un curso para manejar esta situación personalmente. Elijamos el método que elijamos, llega el momento de llevar a cabo una educación específica de desensibilización de los detonantes de las conductas agresivas.
El objetivo final es que nuestro compañero sea capaz por sí mismo de gestionar la situación y no reaccionar de forma negativa a esos estímulos. Solo de ese modo podremos tener plena confianza, sabiendo que no nos sorprenderá con un comportamiento violento en el momento menos esperado. Como ves son tres puntos muy bien identificados y que debemos trabajar nada más empiezan a surgir. Pero no solamente por nosotros, sino por él. Debemos ponernos en su piel y darnos cuenta de que este tipo de conductas no son nada buenas para su estado mental y físico. Les genera mucho estrés y por tanto no es nada saludable.
Por lo general, la mayoría de conductas agresivas se dan durante el paseo, suelen ser hacia otros perros, bicicletas, transportes en general, incluso niños corriendo, pelotas. Convirtiendo lo que debería ser un momento relajante para él junto a su mejor amigo (nosotros) en un momento de estrés, miedo, inseguridad.
En nuestras manos está el darle todas las herramientas necesarias para que vuelva a disfrutar del paseo de un modo feliz y relajante.