La legislación en torno a la comida para animales es laxa y vaga en todo el mundo. En Argentina, las aprobaciones corren por cuenta del SENASA, que otorga el sello de “alimento completo y balanceado”. En Estados Unidos, es la USFDA la autoridad que reglamenta y autoriza alimentos y medicinas, por lo que se vio en apuros cuando estalló en 2007 el gran escándalo por la comida contaminada. El productor mayorista MenuFoods (que vendía sus propias marcas y proveía el producto terminado a varias macras muy conocidas y aceptadas como premium), quedó en el ojo de la tormenta cuando fue obligada a retirar millones de unidades sospechadas de estar contaminadas con melanina y veneno para ratas. Los fallos en la cadena de suministros y proveedores alcanzaron finalmente a más de cien marcas. El origen de todo fue el proveedor chino de harinas y proteínas de arroz. Las autoridades comprobaron 18 mil perros y gatos muertos por culpa de la comida adulterada.
Una consecuencia de esa crisis fue el surgimiento de nuevas marcas que empezaron a elaborar sus productos bajo nuevos paradigmas de Alimentos Libres de Subproducto y Producto Orgánico Certificado. Por otro lado, en Europa y nuestro país, se abren paso los pequeños fabricantes de comida ultra premium es decir, elaborada con super alimentos, vegetales, verdaderos cortes de pollo, carne o pescado deshidratados a baja temperatura elaborados bajo la normativa de alimentación humana (Mon Ami, The Green Dog, Veguis, NatuCan, entre otras).
Por otro lado, los alimentos para mascotas que se comercializan en los supermercados, al no pasar determinada inspección sanitaria, están certificados “no apto para consumo humano”, y sólo gracias a un marketing engañoso se pueden convertir unos bocaditos de harinas prensadas e inyectadas en grasa cocinadas a ultra alta temperatura en bocados apetitosos y “saludables”.
LEYES Y POLEMICA
