Las emociones son producto de la evolución de las especies y responden al entorno y las circunstancias de cada individuo y afectan al comportamiento animal. No debe confundirse la emoción con el sentimiento, que es una racionalización de la emoción, capacidad del ser humano.
Los perros, como los humanos, se ven afectados por emociones, que podremos identificar fácilmente. Pueden anticipar sucesos a los que están acostumbrados. Salir a pasear a una determinada hora, por ejemplo y reaccionar en consecuencia manifestando alguna emoción. Pueden manifestar alegría ante un paseo o miedo si toca visitar al veterinario, por ejemplo, y cada animal reaccionará de acuerdo con su temperamento, educación y entorno. Aprender a conocer y reconocer estas emociones facilitará la interacción con nuestro compañero.
Una emoción elemental y básica es el miedo que es una ayuda para la supervivencia de la especie, porque los aleja del peligro. Es fácil detectar si un perro tiene miedo: pone el rabo entre las piernas y echa el peso hacia atrás. En relación con el miedo, un perro puede sentirse “celoso”, normalmente cuando teme perder algo que considera suyo. Puede reaccionar escondiéndolo o defendiéndolo agresivamente. Estos “celos” no hay que considerarlos como los humanos, en el caso de los perros, se trata de protección de recursos, por ejemplo su humano favorito.
La alegría es otra de las emociones elementales. Los perros manifiestan su alegría jugando, saltando, resoplando. Se habla incluso de una risa canina, humanizando un jadeo muy característico de un estado de alegre excitación. Se ha demostrado que una buena relación entre un perro y su tutor aumenta la producción de oxitocina, que se traduce en muestras de apego y alegría en ambos.
Algunos perros pueden experimentar la soledad, fruto del estrés que surge al verse privados de afecto. El perro ladrará, aullará o incluso se mostrará agresivo.
Las emociones caninas también explican la reacción de un perro ante una sorpresa. Si es una sorpresa agradable, provocará una repentina alegría. Si es desagradable, surgen el miedo o los celos. También puede sentir frustración, cuando no obtiene lo que desea. El perro lo “pide” ladrando, lloriqueando o caminando de un lado al otro.
Una mala experiencia puede provocar un cuadro de ansiedad canino. El perro no logra relajarse o se altera por nada. Suele jadear, abrir mucho los ojos y mover las orejas y los labios hacia atrás y se comporta de manera inusual: camina de un lado al otro sin parar o, por el contrario, se echa a dormir en cualquier parte.
Del mismo modo que un perro puede expresar su satisfacción, también puede manifestar su frustración y presentar un cuadro de comportamiento depresivo: dormirá más, se mostrará más tímido y se comportará de forma poco habitual, ladrando de noche o cuando se le deja solo. Por el contrario, ante una situación de bienestar, calma y seguridad, el perro experimentará la relajación. Podrá dormir completamente estirado y en la duermevela suspirará, se desperezará o se acomodará sin prisas hasta dar con la postura más cómoda, encontrándose tan a gusto a nuestro lado.
En conclusión, las emociones caninas debemos tenerlas siempre presentes y manejarlas si queremos lograr la mejor relación y convivencia y el mejor bienestar para tu compañero y toda la familia.